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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: October 11, 2020
El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Iglesia del Santo Rosario en Stuttgart el domingo, 11 de octubre de 2020.
Es muy desconcertante descubrir que las cosas no son como parecen. La hermosa naranja que está seca por dentro. El auto que había sido clasificado alto por Consumer Reports que resultó ser limón. Y esto puede ir mucho más allá de estar decepcionados por nuestras expectativas.
El modelo a seguir — entrenador, maestro o sacerdote — que tiene muchas buenas cualidades, pero algún defecto fatal secreto que va mucho más allá de tener pies de arcilla. ¿Alguna vez te ha decepcionado mucho alguien a quien realmente admirabas, tal vez incluso escandalizado al saber cosas impactantes que nunca hubieras sospechado?
¿Algo sobre un miembro de la familia o alguien más a quien pensaba que conocía muy bien? ¿Tal vez uno de tus compañeros de trabajo o uno de tus compañeros de colegio que gusta a todo el mundo, pero resulta que, está metido en algo realmente malo?
¡Note que el mensaje de Jesús aquí es muy serio! Su invitación es muy generosa, pero no está jugando: también castiga. Dios nos ofrece la entrada libre al Reino de Dios, sin importar si nuestro pasado fue bueno o malo, sin importar si fuimos criados en la fe o no, pero para permanecer en ese reino, él nos exige una vida de integridad. Que realmente seamos quienes decimos ser.
Por lo demás, basta con mirarnos a nosotros mismos: ¿No tratamos todos de dar lo mejor de nosotros para que los demás nos acepten e incluso nos admiren, aunque sepamos que hay cosas que hemos hecho de las que nos da vergüenza? Puede que ni siquiera sean cosas importantes y puede que haya sido hace mucho tiempo, pero aún estamos muy arrepentidos y nunca lo volveremos a hacer, y estaríamos mortificados si alguien se enterara, y no hay razón para decírselo a nadie.
La pregunta es, ¿eres ahora la persona que pareces ser para los demás, o al menos estás tratando de ser esa persona? "Finge hasta que lo logres" es una buena estrategia sólo si realmente estás tratando de ir en la dirección correcta".
En el evangelio de hoy tenemos dos parábolas, las cuales tienen que ver con vivir vidas íntegramente, en las que nuestros motivos y acciones realmente son consistentes con quienes decimos ser. Para un cristiano, eso significa vivir una vida que corresponda verdaderamente al Reino de Dios en el que fuimos iniciados en el bautismo.
En la primera parábola, la del banquete de bodas, los adversarios de Jesús rechazan la invitación de Dios a participar en el banquete: la vida del Reino de Dios. Era gente decente, religiosa, muy respetable por fuera, pero seca por dentro. Algo así como esa naranja. Sus corazones estaban cerrados a la posibilidad de que Dios pudiera pedirles algo inesperado e incluso impopular.
Su negativa nos abre una apertura: el acceso al reino para los que hasta ahora habían sido excluidos: los que no se habían criado en la fe de Israel. ¡Somos nosotros, los gentiles!
Pero luego tenemos algo muy sorprendente en la segunda parábola, la del traje de boda, que trata sobre el invitado que llegó mal vestido. Sorprendente porque este tipo acababa de ser jalado desde la calle; ¿Cómo se suponía que iba a conseguir un traje de boda? ¿No acababa de decir el maestro que trajeran a todos los que pudieran encontrar, buenos y malos por igual?
Pero aquí Jesús quiere decir que una vez que nos ha reunido para sí, él espera que apropiemos sus valores. Esa vestidura blanca con la que nos vestimos el día de nuestro bautismo es la vestidura nupcial del Reino de Dios, mediante la cual nos vestimos de Cristo y esto nos obliga ahora a vivir una vida acorde con los valores del Reino de Dios.
Quedan excluidos los que se dicen cristianos, pero viven como paganos. Son como el hombre que no se viste adecuadamente para el banquete. Su castigo fue ser "atado de pies y manos y arrojado a las tinieblas de afuera, donde habrá llanto y rechinar de dientes".
¡Note que el mensaje de Jesús aquí es muy serio! Su invitación es muy generosa, pero no está jugando: también castiga. Dios nos ofrece la entrada libre al Reino de Dios, sin importar si nuestro pasado fue bueno o malo, sin importar si fuimos criados en la fe o no, pero para permanecer en ese reino, él nos exige una vida de integridad. Que realmente seamos quienes decimos ser.