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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: July 27, 2016
Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía durante un peregrinaje a Guatemala para marcar el 35º aniversario de la muerte del siervo de Dios Padre Stanley Rother en Cerro de Oro el miércoles, 27 de julio, 2016. Está basada en las siguientes lecturas: Isaías 61, 1-3a, 1ª Pedro 4,12-19 y Mateo 13,44-46.
Me encontré con el Padre A'plas sólo una vez, pero mi vida se ha entrelazado con esto desde entonces. Lo conocí cuando él regresó a Oklahoma para la ordenación de su primo Don Wolf el 16 de mayo, 1981, un poco más de dos meses antes de su muerte.
Hablamos brevemente. Él era reservado y estaba preocupado sobre las cosas que estaban ocurriendo aquí en Cerro de Oro y en Santiago Atitlán. Asistí a su funeral en Oklahoma City y luego unos meses después recibí en mi casa en la Iglesia del Sagrado Corazón en Oklahoma City al único testigo ocular de los eventos de la muerte del Padre A'plas.
Él permaneció conmigo hasta que encontré una familia en la parroquia con quien podría vivir. Visité su parroquia y al Padre A'tmax en tres ocasiones en la década de 1980, y presidí en todas las Misas de Semana Santa aquí en Cerro de Oro desde el Domingo de Ramos hasta la Pascua en 1989 — uno de mis mejores recuerdos.
Para el Padre A'plas esto significó dejar a su familia y amigos, todo lo que le era familiar para venir a Guatemala. Él entregó su vida a ustedes durante 13 años y luego entregó su vida por ustedes. En la mente del Padre A'plas, ustedes eran un tesoro por el cual valía la pena morir. Lo cual es otra manera de decir que para él, Jesús — el Reino de Dios — era un tesoro por el cual valía la pena morir.
Después entrevisté a muchas personas como parte de la causa de canonización del Padre A'plas comenzando en 2007. Por todo esto, pienso que conozco al Padre A'plas muy bien y puedo decirles que, usando las imágenes en el Evangelio de hoy, el Padre A'plas encontró su tesoro enterrado en un campo por el Lago Atitlán y él vendió todo cuanto tenía para comprar ese campo.
Él había estado buscando una perla fina y cuando la encontró aquí en Guatemala, él dio todo lo que tenía para poder adquirirla. Jesús era ese gran tesoro y fue entre ustedes donde él encontró su misión en el plan de Dios. Él entregó su corazón a Jesús y a ustedes y ustedes le entregaron sus corazones a él.
En el Evangelio que acaban de escuchar, Jesús dice que así debe de ser para cualquiera de nosotros que quiera compartir la vida del Reino de Dios … sobre lo cual él hace dos puntos:
1.) El Reino es mayor de lo que podríamos imaginarnos — un tesoro que vale todo lo que tenemos, una perla por la cual vale la pena sacrificar todo cuanto tenemos para adquirirla; y 2.) Para compartir en su Reino, tenemos que responder con todo nuestro corazón y nuestra alma, con todo cuanto tenemos y todo cuanto somos.
Para el Padre A'plas esto significó dejar a su familia y amigos, todo lo que le era familiar para venir a Guatemala. Él entregó su vida a ustedes durante 13 años y luego entregó su vida por ustedes. En la mente del Padre A'plas, ustedes eran un tesoro por el cual valía la pena morir. Lo cual es otra manera de decir que para él, Jesús — el Reino de Dios — era un tesoro por el cual valía la pena morir.
Y así debe de ser para nosotros … aunque para ustedes y para mí esto signifique algo más. El amor sacrificial con el cual intento vivir mi vocación como sacerdote y obispo, el amor sacrificial con el cual intentan vivir ustedes su vocación como padres de familia criando a sus hijos, el amor sacrificial con el cual los jóvenes consideran cuál misión tiene Dios para ellos en su plan.
Pero en cada caso significa entrar en una relación íntima con Jesús y encontrar en él, y en el Reino que vino a establecer, el mayor tesoro en nuestra vida. Y entregándonos completamente en sus manos.
Hace 35 años la Iglesia estaba enfrentando una severa persecución. Más que una docena de sacerdotes fueron asesinados en Guatemala, muchos a manos de escuadrones de la muerte como el Padre A'plas, al igual que cientos de catequistas y miles de gente sencilla que fueron víctimas inocentes de la violencia de aquellos días — incluyendo muchos catequistas y otras víctimas aquí en Cerro de Oro y en Santiago Atitlán.
En ese momento existieron aquellos que buscaban encontrar un tesoro en el campo sangriento de la guerra en contra del gobierno y otros en el campo sangriento de la represión militar e incluso en el genocidio, pero no había tesoro por encontrar en aquellos campos … sólo odio, miedo y destrucción.
El único tesoro disponible está en el campo de la justicia y de la paz, en el campo del respeto y de la misericordia, en el campo del perdón, de la reconciliación y — si fuese necesario — en la resistencia no violenta contra el mal. En otras palabras, el único tesoro disponible se encuentra en el campo del Reino de Dios, por lo cual el P. A'plas sacrificó su vida.
Este Reino es mayor de lo que podríamos imaginarnos e indudablemente mayor que cualquier gobierno humano incluso bajo las mejores de las circunstancias. Y es un tesoro por el cual—al igual que el Padre A'plas — también nosotros debemos estar dispuestos a sacrificar todo para adquirirlo.