Fiesta de la Transfiguración del Señor 2022

Publicado: August 6, 2022

El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía durante una Misa con seminaristas y sus padres en la Catedral de San Andrés en Little Rock el sábado 6 de agosto de 2022.


Obispo Taylor

Tú y yo somos más cercanos a unos que a otros. Tenemos conocidos, amigos y seres queridos. Compartimos algunas cosas con todos y cosas más personales con nuestros amigos, pero compartimos los momentos más íntimos sólo con los que nos conocen más y así comprenderán cuando algo inesperado o preocupante sucede en nuestras vidas.

Jesús era más cercano a algunos de sus seguidores que a otros. Tenía muchos discípulos, Doce Apóstoles y un círculo de tres amigos más íntimos: Pedro, Santiago y el discípulo más amado, Juan. Compartía algunas cosas con todos sus seguidores y cosas más personales con los apóstoles — por ejemplo, la Última Cena, pero compartió sus momentos más íntimos sólo con ese círculo de los tres amigos más íntimos.

Compartió con estos tres sus momentos más gloriosos como su transfiguración en el Evangelio de hoy, y sus momentos más dolorosos, como su agonía en el huerto de getsemaní. Estos tres eran aquellos que conocieron a Jesús más y con esto el costo personal que pagaba para cumplir la voluntad del Padre.

No podrás ser fiel a tu promesa de celibato sin abrazar una cruz. No podrás ser fiel a tu promesa de obediencia sin abrazar una cruz. No podrás proteger el rebaño confiado a tu cuidado sin abrazar una cruz. Como dicen los judíos: “El rabino que agrada a todos no es ningún rabino.” Si llevas tu cruz con amor, algún día recibirás una corona, pero de otra manera, no.

Estos tres conocieron más de los demás quien era Jesús en su interior — conocieron más su valentía, como también sus temores — y es precisamente esto que hará más doloroso el abandono de Jesús el Viernes Santo por Pedro y Santiago, pero no por Juan. Su amigo más amado quedó a su lado hasta el final. Y fíjense, Juan era el único apóstol que murió más tarde de causas naturales.

¿Por qué? Tal vez porque él ya había experimentado un tipo de martirio — martirio espiritual — por arriesgar su vida para quedarse con Jesús al pie de su cruz. Pedro y Santiago terminaron por morir por Cristo más tarde — finalmente abrazando con valentía la cruz que intentaron huir antes.

Y eso es para nosotros el mensaje básico de la transfiguración de Jesús: el único camino que nos conduce a la gloria pasa por el monte Calvario. Eso vale no sólo por Jesús, sino también por todos sus seguidores — los apóstoles y también nosotros y sobre todo nosotros que somos sacerdotes y seminaristas. Si no estás dispuesto a cargar una cruz, todavía no sigues a Jesús.

Si vas al seminario en busca de tu propia gloria, para ganar la estima de los demás y el poder que conlleva el sacramento de órdenes, estás en el camino equivocado porque ese no es el camino de Jesús. No podrás ser fiel a tu promesa de celibato sin abrazar una cruz. No podrás ser fiel a tu promesa de obediencia sin abrazar una cruz.

No podrás proteger el rebaño confiado a tu cuidado sin abrazar una cruz. Como dicen los judíos: “El rabino que agrada a todos no es ningún rabino.” Si llevas tu cruz con amor, algún día recibirás una corona, pero de otra manera, no.

Hoy Pedro, Santiago y Juan ven a Jesús transfigurado en gloria — su rostro brillando como el sol y sus vestiduras blancas como la luz. Más tarde lo verán transfigurado por dolor — sudando sangre durante su agonía en getsemaní, azotado y coronado de espinas el Viernes Santo, su cuerpo quebrado, pero no su espíritu, lo que seguía resuelto a cumplir la voluntad del Padre.

Y luego el Domingo de Pascua, lo verán transfigurado en gloria otra vez como en el día de su transfiguración, pero ahora mostrando en su cuerpo resucitado las llagas por cuales fuimos nosotros salvados.

Y es sólo entonces que empiezan a comprender quien es Jesús: su identidad gloriosa como Hijo de Dios que nos salvará por medio de la muerte menos gloriosa posible — lo que era algo que no podían comprender todavía — y es por eso que, mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: "No cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos."