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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: October 28, 2019
El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía durante una Misa de graduación del sexto y noveno grados en el Colegio del Beato Stanley Rother (Colegio del Beato Apla’s) en Santiago Atitlán, Guatemala el lunes, 28 de octubre, 2019. Nota especial: En Guatemala, el ciclo académico inicia en enero y concluye a mediados de octubre.
Este es la segunda vez que he tenido el honor de ser el padrino de graduados de este Colegio del Beato Apla’s. La primera vez fue en la primera promoción del 3º básico en 2007 — antes del nacimiento de ustedes cuya promoción celebramos hoy.
Este fue en el tiempo cuando estuve aquí para tomar testimonios como parte de la investigación que condujo eventualmente a la beatificación del Beato Apla’s — y por eso, en ese tiempo su colegio llevó el nombre Padre Apla’s, lo que fue cambiado a Beato Apla’s 10 años más tarde, después de su beatificación en 2017. Por eso, se me ocurrió compartirles algo que tal vez no saben del Beato Apla’s.
En cuanto su escuela fue nombrada en su honor, ¿qué clase de estudiante era él y qué podemos aprender de él de la importancia de educación? Yo puedo responder a esta pregunta porque trabajé en su causa de canonización y parte del proceso me obligó a investigar la historia de su vida, incluyendo la educación que recibió.
Cuando el Beato Apla’s llegó en Santiago Atitlán 5 años más tarde, descubriría que las cosas más importantes que había aprendido en el seminario tenían que ver con las virtudes humanas más que las materias académicas, y entre ellas aquella que más le sirvió aquí era la que mencioné antes: humilde, valiente perseverancia.
La familia del Beato Apla’s vive todavía en un pueblo de granjeros del mismo tamaño de Cerro de Oro; su nombre es Okarche, Oklahoma. Y aunque les parezca que todos los norteamericanos son ricos, no es cierto — la familia del Beato Apla’s era relativamente pobre. En ese tiempo, como todavía en muchas casas atitecas, su casa no contaba con plomería interior — llenaban tambos con agua de un pozo exterior, se bañaban en la cocina en una tina llena con agua calentada en la estufa y su escusado estaba a 20 metros afuera de la casa y sin calefacción a pesar de nuestros inviernos fríos.
El Beato Apla’s se levantaba cada día muy temprano para hacer sus tareas antes de ir a la escuela. A los 5 años recolectaba los huevos y ayudaba a cuidar las gallinas. A los 8 años empezaba a ordeñar las vacas y luego pasaba una hora separando la nata de la leche antes de ira a la escuela. Al terminar sus tareas, iba al Colegio Católico de la Santísima Trinidad, una pequeña escuela parroquial.
Después de la escuela, tenía más tareas de granja: ordeñar las vacas otra vez, separando la nata de la leche otra vez, hasta que oscurecía. Luego hacía sus tareas de escuela — su familia, sí tenía luz eléctrica. De todos los sacerdotes de Oklahoma que sirvieron en Santiago Atitlán, el Beato Apla’s era aquel que fue criado en circunstancias más parecidas a las suyas. Su familia no tenía mucho dinero, pero sí eran ricos en lo que más importa. La vida de su familia se centraba en su fe, su familia y su granja.
El Colegio Católico de la Santísima Trinidad era una escuela buena, pero el Beato Apla’s no era un buen estudiante. Las tareas de granja no le dejaban mucho tiempo para estudiar y todos esperaban que fuera un campesino como su papá, pero Dios tenía otros planes. Nadie esperaba que el Beato Apla’s continuara sus estudios más allá de nuestro equivalente de su ciclo diversificado, con el resultado que no era bien preparado académicamente cuando, a los 18 años, respondió a la llamada de Dios para que fuera al seminario para ser sacerdote.
Académicamente, él encontraba muchas dificultades en el seminario, a tal punto que tuvo que pasar 3 años para completar su curso de 2 años de filosofía — reprobó y tuvo que repetir el primer año de filosofía. Y luego, reprobó otro año y fue despedido por insuficiencia académica. Pero no se dio por vencido. Cambió a otra escuela y con mucho esfuerzo, eventualmente aprobó en toda la materia necesaria para la ordenación.
Puedo resumir con tres palabras lo que podemos aprender de los años de estudiante del Beato Apla’s, a saber: humilde, valiente perseverancia. Al Beato Apla’s, no le era fácil aprender de los libros, pero trabajaba mucho en sus estudios. Había momentos en que fracasó, pero no se dio por vencido ... aun cuando tuvo que soportar la humillación de tener que repetir no solo un año, ¡sino dos años!
Tuvo que dedicar 10 años para completar lo que era normalmente un curso de 8 años de estudios. Pero era un hombre humilde y era resuelto a responder a la llamada de Dios al sacerdocio, así que cargó su cruz con humildad y perseveró con valentía ... a pesar de tener que superar muchos contratiempos y sinsabores en el camino.
Cuando el Beato Apla’s llegó en Santiago Atitlán 5 años más tarde, descubriría que las cosas más importantes que había aprendido en el seminario tenían que ver con las virtudes humanas más que las materias académicas, y entre ellas aquella que más le sirvió aquí era la que mencioné antes: humilde, valiente perseverancia. Llegó aquí sin poder hablar ni español ni tz’utujil, y hay que recordar que los idiomas eran entre sus cursos peores en la escuela — de hecho fue su incapacidad de aprender el latín que impedía su continuación en el seminario.
Pero, entonces, ¿cuál fue la primera cosa que hizo al llegar a Guatemala? ¡Empezó a estudiar el español y el tz’utujil! Pasó 4 meses estudiando español en Antigua y luego 6 meses más estudiando el tz’utujil — pero su educación no terminó con el fin de estos cursos formales. Continuaba estudiando tz’utujil informalmente, hablando con la gente, pidiendo que le corrigieran sus fallas, hasta el día de su muerte.
Su estudio del tz’utujil era un trabajo de amor y el fruto de humilde y valiente perseverancia. Dado sus fracasos como estudiante en el seminario y su incapacidad de aprender latín, la perseverancia humilde y valiente del Beato Apla’s, mostrada en sus esfuerzos de aprender tz’utujil, demuestra elocuentemente su amor hacia ustedes y su entrega personal para comprenderles y servirles a ustedes, el rebaño tz’utujil que el Señor le había confiado.
Fíjense que la educación no es solo algo que hacemos con la cabeza; requiere también la inversión de nuestro corazón ... un amor de aprender, un hambre de saber, un motivo para querer saber, una razón para hacer sacrificios, para trabajar duro, para sacrificar actividades que te gustan para tener así el tiempo para tus estudios, porque has empezado a vivir por un propósito más grande que tú mismo.
Entonces, me dirijo directamente a ustedes niños cuya promoción celebramos hoy. Ustedes han recibido mucho debido a los esfuerzos y sacrificios de los que vinieron antes: sus padres, sus abuelos, personas como el Beato Apla’s y otros sacerdotes y religiosos que han servido aquí en su parroquia — de Oklahoma en el pasado y ahora de Guatemala. Y claro los maestros de su escuela y los catequistas y líderes laicos de su parroquia.
Y ahora, el día de su promoción, a cada uno de ustedes — y a los demás jóvenes más grandes que están aquí presentes y que formarán la próxima generación de líderes en su comunidad, les pregunto: “¿Qué harán para mejorar nuestro mundo?” Para contestar a esta pregunta, tienen que escuchar la voz de Dios en su corazón, como lo hizo el Beato Apla’s, y luego responder a la llamada de Dios en su vida con humildad, valentía y perseverancia.