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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: April 24, 2018
El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en una Misa para honrar a los diáconos permanentes que celebran los 25 años de servicio en la Diócesis de Little Rock en la Catedral de San Andrés en Little Rock el martes, 24 de abril de 2018.
Cuando queremos asegurarle a alguien que estarán seguros, decimos: “Tú estás en buenas manos”. Y como vemos en el Evangelio de hoy, Jesús sabe que nosotros tenemos esa necesidad de estar a salvo de todo lo que nos puede dañar.
Él utiliza la imagen del Buen Pastor cuidando a sus ovejas para recordarnos que él nos protegerá en medio de todos los peligros que enfrentamos en la vida. Con respecto a las ovejas, él dice: “Nadie las arrebatará de mi mano … y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre”. En otras palabras, estamos en buenas manos con Jesús.
Pero luego, miren alrededor. Si estamos en tan buenas manos, ¿por qué las ovejas aún sufren y mueren? Ustedes han vivido esto durante sus 25 años de ministerio diaconal. Jesús dice sobre las ovejas: “no perecerán jamás”. Pero en realidad si mueren.
Jesús nos dice que él ha venido a darles a sus ovejas vida eterna y que nunca pereceremos — lo que significa que incluso cuando llegue la muerte, ella no tiene poder sobre nosotros. Si ustedes están buscando un pastor que los apoye en sus momentos de sufrimiento y los guíe a través del paso final hacia la siguiente vida, entonces Jesús es todo lo que necesitan realmente.
Hay desastres naturales — las compañías de seguro incluso los llaman “actos de Dios” — tornados mortales y terremotos matan a muchas personas inocentes cada año. ¿Dónde está Dios cuando azota la enfermedad o cuando un conductor borracho toma una vida? ¿O cuando la gente se siente tan deprimida y con un gran peso que se desesperan de la vida? La respuesta tiene dos partes:
1.) Vivimos en un mundo imperfecto. El sufrimiento no es una señal de la falta de preocupación de Dios. Y a propósito, cosas buenas les ocurren a personas malas, también — ¿cuán justo es eso? Vivimos en un mundo quebrantado así que estamos vulnerables a ser heridos por un mundo que aún tiene una gran necesidad de redención. Y a medida que envejecemos, descubrimos que nuestros propios cuerpos están sujetos a las leyes del descenso físico y a la muerte.
Así es la realidad. Aún no estamos en el paraíso. Después de todo, las ovejas no son mascotas. El motivo por el cual los pastores mantienen las ovejas es para esquilar su lana para nuestro beneficio y eventualmente matarlas para nutrirnos. Nosotros no somos las mascotas del Señor, somos las ovejas de su rebaño. Es por eso que llamamos la Iglesia en la tierra “La Iglesia Militante”.
Aquí luchamos y el Señor usa las adversidades que enfrentamos para su propio, a menudo difícil de comprender, objetivo. Jesús no nos está ofreciendo una póliza de seguro para protegernos de todo el sufrimiento. Las manos de Dios no nos protegerán automáticamente de los desastres o enfermedad. Nuestra lana será esquilada por la vida — incluyendo las situaciones que se presentan en el ministerio — y un día moriremos.
2.) Si este es el caso, ¿cómo es que podemos decir que estamos en buenas manos? La respuesta es que Dios está siempre con nosotros. Él sostiene nuestra mano a medida que atravesamos por los altibajos de la vida. Sin importar qué adversidades enfrentamos, nada nos separará de él. Incluso si tratamos de apartarlo porque estamos enojados sobre algunas injusticias a las que hemos sido expuestos, él sigue allí a nuestro lado a lo largo de la esquilada de nuestra lana. Nada nos puede apartar de la mano de Jesús, que es al mismo tiempo la mano del Padre … porque él dice: “El Padre y yo somos uno”.
Jesús mismo enfrentó el rechazo, la traición, la tortura y la muerte a manos de los hombres malvados y aunque su Padre estuvo siempre con él en todo, él sufrió una muerte cruel de igual manera. Pero la mano del Padre estaba sosteniendo la mano de Jesús mientras el clavo perforaba su carne asegurándolo a la cruz, y el Padre aún estaba sosteniendo su mano cuando esa mano se quedó sin fuerzas al morir. También fue por la mano firme de Dios que Jesús resucitó tres días después y ahora está sentado a la derecha del Padre en la gloria.
Lo mismo es cierto para nosotros en el ministerio cuando enfrentamos desafíos agobiantes al servir al Señor y las calamidades en nuestras propias vidas que parecen llegar de la nada. Estar en las manos del Señor no nos protege de los caprichos de la vida, pero hace toda la diferencia en el mundo cuando tenemos que enfrentar la adversidad.
Jesús nos dice que él ha venido a darles a sus ovejas vida eterna y que nunca pereceremos — lo que significa que incluso cuando llegue la muerte, ella no tiene poder sobre nosotros. Si ustedes están buscando un pastor que los apoye en sus momentos de sufrimiento y los guíe a través del paso final hacia la siguiente vida, entonces Jesús es todo lo que necesitan realmente.
Nosotros estamos en buenas manos cuando sostenemos la mano de nuestro Buen Pastor. Jesús dijo: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano”.