Sitio oficial de la Red de la
Diócesis Católica de Little Rock
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos. Que por tu santa cruz redimiste al mundo.
Por Betsy Wiederkehr Huss, Iglesia del Santísimo Sacramento, Jonesboro
Jesús clama en voz fuerte. Tú volteas y ves su rostro ensangrentado y golpeado. "Tengo sed", él dice. Después de probar un poco de vino, él dice: "Todo ha concluido". El Cordero Pascual de Dios completa su misión de amor abnegado para que podamos tener nueva vida. Jesús está en control y obedece la voluntad de Dios. "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Él respira por última vez e inclina su cabeza. Ofrece su espíritu: el suyo a Dios y el don del Espíritu Santo a nosotros. El tapiz masivo del Templo, el velo que separa al Santo de Santos, se parten en dos – de arriba abajo. La tierra se estremece. Jesús nos da acceso al perdón misericordioso y vida eterna de Dios. El centurión romano y sus soldados exclaman en la crucifixión: "¡Verdaderamente, este era el Hijo de Dios!" El centurión glorifica a Dios por medio de su testimonio. Los espectadores golpean sus pechos. ¿De qué tienes sed? ¿A qué o a quién recurres para saciar tu "sed"? ¿Una botella o pastilla? ¿Un objeto con una pantalla? ¿La Palabra de Dios? ¿Esperanza? ¿Amor? ¿A qué o a quién encomiendas tu espíritu? ¿Compartes abiertamente tus creencias, como el centurión? ¿Podremos comprender en realidad lo que verdaderamente pasó? Gracias, Señor, por tu misericordia.