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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: April 4, 2015
Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la parroquia de Catedral de San Andrés en Little Rock el sábado 4 de abril de 2015.
La Navidad y la Pascua son las fiestas más grandes de nuestra fe, y la Pascua es la más grande de las dos. En Navidad la luz entra el mundo pero es sólo el día de Pascua que la luz logra vencer el poder de las tinieblas — verdades expresadas aun por su lugar en el calendario.
Celebramos Navidad tres días después del solsticio invernal: la noche del 21 de diciembre es la más larga del año. Ya por el 25 vemos que los días se alargan de nuevo. La luz ha empezado a crecer, pero nos quedan todavía tres meses de invierno cuando las noches, a pesar de disminuirse progresivamente, siguen siendo más largas que los días.
La Última Cena de Jesús era en la Pascua Hebrea, la que se celebra en el primer plenilunio después del inicio de Primavera, el día cuando los días empiezan a ser más largos que las noches, y la Resurrección de Jesús era tres días después. Es sólo entonces que la oscuridad está derrotado, sólo con la llegada de la primavera que tenemos más luz que tinieblas. En Navidad la luz aparece, el Viernes Santo las tinieblas creían haberla apagado, pero hoy sabemos que la luz divina es más poderosa que la oscuridad.
Por el bautismo, Jesús nos liberó del poder del pecado y de la muerte y nos dio una participación en su victoria Pascual.
Es por eso que, mientras esta Vigilia de Pascua empezó en oscuridad. Prendimos un fuego y luego un cirio grande que representa la Luz de Cristo resucitado para disipar las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu. Del Cirio Pascual prendimos centenares de otras velas y pronto todo brillaba con el calor de esta luz santa. Leímos Escrituras que hablan del amor de Dios en toda la Historia de Salvación: nos creó, nos eligió, nos liberó, nos redimió y ahora nos ofrece vida eterna, una participación en la victoria de Jesús sobre las tinieblas. Prendimos las luces y cantamos la gloria de Dios.
En un momento nosotros renovaremos nuestras promesas bautismales y luego recibiremos a 14 nuevos hermanos en la Iglesia, uniéndolos a Jesús por su bautismo, confirmación y primera Comunión, dándoles sacramentalmente una participación en la muerte y resurrección de Jesús.
Pero sabes, la victoria de Jesús no era fácil y bien que la luz de Cristo es, en general, más fuerte que la oscuridad, nuestra participación en su luz, nuestra propia llama de fe, es frágil y se puede apagar, así que debemos cuidarla, protegerla de los vientos de tentaciones y pecados, alimentarla con oración y estudio y obras de caridad, y sobre todo con la Eucaristía, el cuerpo y sangre de Jesús. Jesús nos alimenta con la Eucaristía para ayudarnos a vivir nuestra fe de veras, día por día.
Por el bautismo, Jesús nos liberó del poder del pecado y de la muerte y nos dio una participación en su victoria Pascual, la victoria que proclamamos en la Misa después de consagrar el pan y vino en su cuerpo y sangre (como el Jueves Santo), proclamando anunciamos tu muerte (Viernes Santo), proclamamos tu resurrección (hoy, Pascua), ¡ven Señor Jesús! Cristo realmente presente entre nosotros en la Eucaristía que recibimos en Comunión y en el Santísimo Sacramento que adoramos, ¡Cristo cuyo victoria sobre el poder de las tinieblas nosotros celebramos hoy!