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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: July 14, 2019
El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía durante una Misa para recibir la carta de intención de Pablo Quintana para convertirse en un seminarista de la Diócesis de Little Rock en la Iglesia del Inmaculado Corazón de María en Magnolia el domingo, 14 de julio, 2019.
Cuando las catequistas me prepararon para mi primera confesión me dijeron que se debe vivir conforme a los Diez Mandamientos y las Ocho Bienaventuranzas, pero después descubrí un problema: no se puede obedecer una bienaventuranza porque las bienaventuranzas no nos dicen qué hacer, sino cómo ser: pobre de espíritu, humilde, misericordioso, puro, pacífico, valiente.
Claro que estas actitudes producen acciones que tienen resultados: santidad en esta vida y una gran recompensa en el cielo ... lo que es bueno, pero otra vez, el problema: ¿cómo hacernos ese tipo de persona? Podemos cambiar nuestro comportamiento exterior para obedecer un mandamiento, pero ¿cómo podemos cambiar nuestras actitudes interiores para ser otra persona en el interior?
Jesús nos da dos respuestas a esta pregunta: la del Antiguo Testamento y después, su nueva respuesta. En el Evangelio de hoy nos da la respuesta del Antiguo Testamento, donde dice que hay dos grandes mandamientos que encierran los otros 10: Si amamos a Dios con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerzas, santificaremos el día del Señor y no adoraremos a dioses falsos ni tomaremos el nombre de Dios en vano. Y si amamos al prójimo como a nosotros mismos, no mataremos ni robaremos ni mentiremos ni codiciaremos, etc.
Para Pablo, esto es una respuesta a la invitación de Dios no solo a amar a Dios con todo su corazón, mente, alma y fuerza, sino también a amar a otros, como Jesús nos ama, es decir, al 100 por ciento, como el buen samaritano en el Evangelio de hoy, de hecho, ¡como Jesús en la cruz!
Y en cuanto el amor es una actitud interior, el amor de Dios y del prójimo producirá más obras buenas de las que encontramos en la lista de los Diez Mandamientos, tal como ilustra Jesús hoy en su parábola del buen Samaritano.
Poco antes de su muerte, Jesús reemplaza esta respuesta del Antiguo Testamento, los dos grandes mandamientos del Antiguo Testamento, con su nuevo y mucho más grande mandamiento grande del Nuevo Testamento: que nos amemos los unos a los otros como él nos ha amado. No sólo amar al prójimo como a nosotros mismos — ¡lo que en algunos casos no es mucho! Ahora debemos amarlo como Jesús lo ama, lo que significa que debemos sacrificarnos la vida como Jesús se ha sacrificado la vida por nosotros.
Es sólo cuando empezamos a amar como ama Jesús, es sólo entonces que empezamos a vivir de veras las bienaventuranzas, porque el contenido interior de las bienaventuranzas es el de amor abnegado — muerte a uno mismo para el beneficio de los demás. Y, de hecho, es sólo entonces que empezamos a amar de veras a Dios con todo el corazón, mente, alma y fuerza y al prójimo como a nosotros mismos.
¿Quién era el prójimo del hombre que cayó en manos de los salteadores? ... ¡el Samaritano! ... él que se mostró compasivo con él. Y luego Jesús dice: ¡Vete y haz tú lo mismo! Ayuda a otros y tus actitudes interiores empezarán a cambiar. Haz sacrificios para los necesitados y ¡tú llegarás a ser otra persona en tu interior!
Hoy, su parroquiano, Pablo Quintana, firma su carta de intención para ingresar al seminario y comenzar la formación que, si Dios quiere, lo llevará a su ordenación al sacerdocio. El Evangelio que tenemos hoy es muy apropiado para un día como este.
Para Pablo, esto es una respuesta a la invitación de Dios no solo a amar a Dios con todo su corazón, mente, alma y fuerza, sino también a amar a otros, como Jesús nos ama, es decir, al 100 por ciento, como el buen samaritano en el Evangelio de hoy, de hecho, ¡como Jesús en la cruz!
Hay muchas personas heridas en el mundo de hoy, víctimas que yacen en la orilla de la calle como el hombre en el Evangelio de hoy y hoy, como entonces, incluso los sacerdotes están tentados a pasar por el otro lado, pero no puede ser así con nosotros.
¿Quién fue el que hizo la voluntad de Dios? Nuestro Evangelio dice: "El que lo trató con misericordia". Pablo, el Señor te dice lo que nos dice a mí y a todos los que están aquí hoy: "Vete y haz lo mismo". Y hoy es lo que te comprometes a prepararte para hacer.