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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: June 1, 2014
La siguiente homilía fue predicada en la parroquia del Sagrado Corazón de Charleston y en la parroquia de San Judas Tadeo de Waldron el domingo 1º de junio de 2014.
Una de las cosas que los oficiales de la policía descubren cuando entrevistan a testigos de un crimen es que aun cuando aquellos presentes están de acuerdo con la realidad básica del evento, su memoria de los detalles específicos puede variar, incluso de manera significativa — y un tanto más meses y años después de cuando el caso llega a juicio.
De hecho, ¡la falta de discrepancias podría ser un indicador de conspiración para dar testimonio falso! Y aunque los abogados pueden emplear la estrategia de insistir en estas discrepancias para poder desacreditar de manera no favorable el testimonio y ganar el caso de su cliente, aquellos que buscan la verdad saben que deben tomar cierta cantidad de testimonio inconsistente con calma, sabiendo que podría ser de hecho ¡evidencia de autenticidad!
Y esto es tanto más cierto con el testimonio de la Biblia sobre los sucesos básicos de nuestra salvación. Jesús permanece en juicio ante un mundo en su mayoría incrédulo y mientras que Satanás frecuentemente trata de usar las pequeñas discrepancias que encontramos en el Nuevo Testamento en contra de nosotros, vemos que de hecho son una de las pruebas de autenticidad del testimonio que contiene. Y en ningún lugar es tan evidente ¡como en los sucesos en torno a la ascensión de Jesús al Cielo!
El primer paso es recordar cuán profundamente nuestras propias vidas han sido cambiadas por nuestras propias experiencias de la misericordia de Dios — piensa, quizás, en la confesión más difícil que has tenido que hacer … y después cuán emocionante fue el ser liberado finalmente y comenzar de nuevo … ¡siendo liberado de ese “peso de encima” de remordimiento amargo que había estado pesando sobre tu alma!
En la primera lectura de hoy de los Hechos, la cual es producto de la búsqueda de Lucas (él no fue un testigo en sí, más bien este es un testimonio que escuchó), encontramos a Jesús reunido con sus discípulos en Jerusalén. Jesús los comisiona a ser sus testigos en los confines de la tierra y después “fue elevado y una nube lo ocultó de su vista” en un lugar en Jerusalén.
Mientras tanto, en nuestro Evangelio, Mateo (quien fue un testigo) dice que los “discípulos partieron para Galilea, al monte que Jesús les había indicado”. Jesús después los comisionó para que “hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes”. Y después añadió: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”.
¿Notaron ustedes de discrepancia? Escribiendo cuatro décadas después del evento, hay confusión en cuanto a si ocurrió en Jerusalén o en Galilea, aunque la Iglesia se inclina más a la memoria de Mateo de que fue en Galilea ya que él fue un testigo. Pero de hecho, dónde ocurrió es realmente ¡algo con poca importancia!
Lo que importa es el significado de la ascensión de Jesús al Cielo, ¡lo cual es evidente en ambos testimonios! Al ascender Jesús al Cielo: 1.) Dios vindica el ministerio de Jesús, el cual sus adversarios pensaron que había terminado en derrota; 2.) Jesús nos envía a ser testigos de su victoria sobre el poder del pecado y de la muerte, para que ahora nosotros hagamos de todos los pueblos sus discípulos; 3.) Jesús permanece con nosotros mientras continuamos su misión de construir Su Reino; y 4.) nuestra misión es ahora llevar la luz de la misericordia redentora de Dios a los pueblos que ahora viven en la oscuridad del pecado y del error, para prepararnos para el día cuando Jesús regrese finalmente.
¿Y cómo hacemos esto? ¡Tomando todo lo que tenemos — todos nuestros dones de temperamento, carácter e intelecto; y todas nuestras experiencias de vida y todas las lecciones que hemos aprendido a la mala! — y después iluminando y fortaleciendo los dones del Espíritu Santo que hemos recibido en la confirmación, usando cada oportunidad concebible para acercar a los demás a Cristo.
El primer paso es recordar cuán profundamente nuestras propias vidas han sido cambiadas por nuestras propias experiencias de la misericordia de Dios — piensa, quizás, en la confesión más difícil que has tenido que hacer … y después cuán emocionante fue el ser liberado finalmente y comenzar de nuevo … ¡siendo liberado de ese “peso de encima” de remordimiento amargo que había estado pesando sobre tu alma!
El segundo paso es, sin entrar necesariamente en detalle, dar testimonio a otros de cuán mejor es tu vida ahora — lo que el Papa Francisco llama “la alegría del Evangelio” — ahora que has sido liberado de la oscuridad del pecado y del error que te ataban antes.
Y el tercer paso es compartir tu experiencia de la presencia vivificante de Jesús desde entonces … ahora él es tu compañero constante, con quien hablas cada día y a quien buscas servirle en todo.