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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: May 15, 2016
Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía durante la Misa de Renovación del Compromiso Diaconal en el Centro Católico San Juan en Little Rock el domingo, 15 de mayo, 2016.
Cuando fui ordenado fue después de ocho años de estudio. La ceremonia fue poderosa y conmovedora, pero cuando llegué a mi primera asignación no me sentí muy diferente que antes. Cuando me senté a escuchar Confesiones por primera vez, yo esperaba que pasara un poco de tiempo antes de tratar con algo muy grave.
Así que me tomó de sorpresa cuando la segunda confesión que había escuchado se convirtió en una gran confesión. Además, el penitente estaba buscando consejo. Así que tragué saliva, abrí mi boca y dejé el Espíritu Santo hablara. Viendo la expresión en el rostro del penitente, podría ver que algo poderoso estaba ocurriendo. La ordenación fue algo poderoso para mí.
El Espíritu me había llenado completamente de tal manera que ahora yo era, a través de la gracia de Dios y no por mérito propio, capaz de perdonar los pecados … y podría ver que eso estaba ocurriendo en realidad.
Si yo no hubiese entrado para escuchar esas confesiones, yo no hubiese experimentado en esa manera qué tanto el Espíritu Santo ya me había fortalecido sin yo estar especialmente consciente de ello — descubrí su poder al usarlo.
Una semana más tarde celebré mi primera Misa en español. En ese momento mi español era bastante básico. Este no era el caso de yo haber recibido el don de lenguas — yo había obtenido Cs en español en la preparatoria y sólo tomé un año de español en el colegio. ¡Lo que pasó fue que Dios le dio a la congregación entera el don de interpretar lenguas.
Parece que ellos pudieron descifrar el punto esencial de lo que yo estaba tratando de decir. De nuevo, al predicar, ya sea en inglés o en español, yo preparo un mensaje, pero es el Espíritu Santo quien capacita a cada oyente para que reciba cualquier parte de ese mensaje que él quiere que escuche. Algunas veces viendo la expresión en los rostros de las personas, podría ver que algo está ocurriendo.
Cuando el Espíritu Santo descendió sobre los 11 Apóstoles, fue después de tres años de haber vivido con Jesús y de 40 días de apariciones después de su resurrección. Diez días antes ellos lo habían visto ascender al cielo, lo cual fue una experiencia poderosa y conmovedora, pero mientras se reunían una vez más bajo llave en ese primer Pentecostés cristiano, ellos no se sentían muy diferentes que antes.
Ellos aún estaban paralizados por el temor y no sabían qué hacer después. Luego de repente, el Espíritu Santo vino sobre ellos, alejó su temor y los fortaleció para que salieran y proclamaran las maravillas de lo que Dios había hecho en Jesús. Cuando leen por primera vez los acontecimientos en los Hechos de los Apóstoles, parece que ellos milagrosamente recibieron el don del habla en diferentes lenguas. Pero si leen el texto más de cerca es más bien que algunos oyentes recibieron el don de interpretar las lenguas.
Hay 11 Apóstoles hablando, pero se escuchan 15 lenguas … cada oyente las escuchó en su propia lengua. Los Apóstoles dieron el mensaje, pero fue el Espíritu Santo quien capacitó a cada oyente para recibir cualquier parte de ese mensaje que él quería que escucharan. Y viendo la expresión en sus rostros, ellos podrían ver que algo estaba ocurriendo.
Ustedes y yo fuimos bautizados y confirmados hace años y algunos de nosotros fuimos ordenados — estoy pensando particularmente en ustedes diáconos que renovarán su compromiso diaconal hoy. Podremos recordar estos eventos poderosos y conmovedores, pero la única manera en que llegamos a conocer el verdadero poder de estos sacramentos es usando los dones que el Señor nos da en la mayor medida posible.
Si yo no hubiese entrado para escuchar esas confesiones, yo no hubiese experimentado en esa manera qué tanto el Espíritu Santo ya me había fortalecido sin yo estar especialmente consciente de ello — descubrí su poder al usarlo. Ya estaba ahí, pero yo no lo sentía en lo abstracto — fue sólo en hechos concretos que comencé a sentir el poder de Dios trabajando en mí.
Los mismo es cierto para ustedes. Hoy celebramos el Pentecostés, el día cuando por primera vez el Espíritu Santo nos llenó y nos envió para continuar la misión de Jesús. Ustedes ya han sido fortalecidos — en el bautismo, en la confirmación y muchos de ustedes por medio de la ordenación.
Pero para hacer una diferencia tenemos que actuar, usando los dones con los cuales el Espíritu Santo ya nos ha llenado. Es como un carro. ¡Su carro ya está lleno de gasolina! Asegúrense de que esté en marcha y písenle al acelerador. Si lo hacen, ¡irán a lugares con el Señor y descubrirán lo que ese carro en realidad puede hacer!