Viernes, 18ª Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo II 2022

Publicado: August 5, 2022

El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía una Misa en el Retiro de Diáconos en el Centro Católico San Juan en Little Rock el viernes, 5 de agosto de 2022.


Obispo Taylor

Siempre cuando pregunto a la gente por qué hicieron las decisiones que han hecho en su vida, muchas veces la respuesta tiene que ver con el deseo de ser feliz. Una vez que me case, estaré feliz. Una vez que consigo ese trabajo, ese aumento, estaré contento. Muchos piensan que hay algo afuera de ellos que les hará feliz. Pero no funciona así.

La felicidad viene desde adentro. No viene de conseguir lo que NOSOTROS queremos, sino de hacer lo que DIOS quiere. Decimos: “Es mejor dar que recibir” porque está allí que se encuentra la felicidad — dando a otros, viviendo por un propósito más grande que uno mismo. ¿Quién tiene más amigos: la gente abnegada o la gente egoísta? 

Encontramos la respuesta a esa pregunta en el capítulo 16 de Mateo, de donde viene la selección que tenemos en Evangelio de hoy. En este capítulo Jesús empieza a describir los sacrificios que él hará para ayudar a los demás: Tiene que “ir a Jerusalén para padecer allí y ser condenado a muerte” pero Pedro no entiende todavía que la felicidad viene desde adentro, de hacer sacrificios para hacer la voluntad de Dios, de ayudar a los demás.

 Jesús no sólo aguantó la cruz, no sólo se resignó a ella, enfrentando con valentía las adversidades que no podía esquivar — ¿no es cierto que todos morimos algún día, nos guste o no? ¡Jesús no sólo aguantó la cruz, la ABRAZÓ con amor!

Jesús responde diciéndole a Pedro que lo tiene todo al revés porque su perspectivo es muy estrecho y poco profundo: Su “modo de pensar no es de Dios, sino el de los hombres”, así que no entiende todavía que para vivir una vida plena, hay que morirse a uno mismo, cargar la cruz en lugar de intentar esquivarla.

Jesús dice que para seguirle, hay que tomar el mismo camino que él, abnegados como él, sacrificando la vida como la sacrificó él, para el beneficio de los demás. Claro, resucitará el tercer día, pero no olvida que hay que morir primero, y aquí Jesús se refiere primero a la muerte a uno mismo para el beneficio de los demás y sólo después a la muerte física, aunque está incluida ésta también, como una consecuencia lógica de la muerte a uno mismo.

Y hay otra cosa más: Jesús no sólo aguantó la cruz, no sólo se resignó a ella, enfrentando con valentía las adversidades que no podía esquivar — ¿no es cierto que todos morimos algún día, nos guste o no? ¡Jesús no sólo aguantó la cruz, la ABRAZÓ con amor! Hizo un esfuerzo excepcional para ir a Jerusalén precisamente con ese propósito.

Se expuso a ese peligro por amor a nosotros, para salvarnos por romper el poder del pecado y de la muerte. Jesús nos muestra que, si nosotros abracemos nuestras cruces por amor a los demás, también nosotros encontraremos la capacidad de perdonar a los que NOS hacen mal, algo que es imposible a los que sólo aguantan de mala gana las adversidades, las cruces que no pueden evitar.

Una de mis visitas más memorables en el hospital hace años era cuando visité a una señora que tenía cáncer y moría una muerte muy dolorosa, y que a pesar de eso, siempre tenía un aspecto radiante y contento … a pesar de sus sufrimientos. Un día me dijo, “Reza por mí, Padre. No sólo quiero aguantar esta cruz con valentía, quiero abrazarla con amor.

Quiero ofrecerla a Dios con todo mi corazón para beneficio de mi marido y de mis hijos.” Y sabes, aunque estaba tendida allí en agonía, ella era en muchos sentidos más viva que la gente triste reunida alrededor de su lecho de muerte. Ella sabía que ese hospital era su Calvario y que había ido allí con por Jesús para padecer allí y morir … ¡para ser resucitada el tercer día!

Entonces, ¿cómo aplica esto a tu vida? ¿Hay una cruz que debes abrazar con amor? ¿Una cruz que todavía intentas esquivar? Si sigues a Jesús, ¡habrá una cruz! Si no, pues es probable que estés en un camino equivocado.