Exaltación de la Santa Cruz 2024

Publicado: September 14, 2024

El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía durante la Misa de institución a la Candidatura del Diaconado Permanente en el Centro Católico San Juan en Little Rock el sábado, 14 de septiembre de 2024.


Obispo Taylor

¿Se han preguntado, acaso, porque el símbolo de la profesión médica es dos serpientes entrelazados? Se llama el Caduceus o el Escudo de Esculapio, el dios pagano griego-romano de curación y tiene su origen en el hecho que muchas medicinas son sustancias nocivas tomadas en dosis suficiente para matar la enfermedad sin también matar al enfermo.

En la Biblia vemos la serpiente en luz parecida, sobre todo en cuanto se aplica a la salud de nuestra alma. Por medio de la serpiente en el Jardín de Edén, las almas de Adán y Eva fueron envenenados, el pecado entró en el mundo y el efecto de esos originales y todos los subsecuentes pecados continúan a envenenar al espíritu humano hasta el día de hoy.

Pero ahora en Jesús, el nuevo Adán, tenemos un antídoto poderoso, un contraveneno eficaz para salvarnos de la mordedura venenosa del pecado. Este antídoto está prefigurado ya en nuestra primera lLectura, donde Dios cura mordeduras físicas de serpiente por mandar a Moisés que haga una serpiente de bronce para que todos los que la miran queden curados — yo digo prefigura porque el verdadero antídoto para el veneno del pecado de Adán no fue obtenido hasta el Viernes Santo cuando Jesús mismo — y no solo alguna imagen de bronce — fue, como dice el Evangelio de hoy, levantado … es decir en el palo de la cruz.

Todos los que miran con ojos de fe a Jesús levantado en la cruz, que ponen su confianza en él, se les da Dios una suspensión permanente de la muerte eterna del alma.

A todos los que miraron la serpiente de bronce levantado por Moisés se les dio una suspensión temporánea de la muerte física por haberla visto con sus ojos físicos de la cabeza. Pero ahora todos los que miran, con ojos de fe, a Jesús levantado en la cruz, que ponen su confianza en él, se les da Dios una suspensión permanente de la muerte eterna del alma.

Pero fíjense: la curación de nuestras almas requirió no solo buena medicina, sino también ¡la muerte misma del doctor! Para quitarnos del veneno, tuvo que — para así decirlo — chuparnos el veneno, así como se le chupa el veneno de una víctima de mordedura de víbora, absorbiéndolo en su propio cuerpo.

Y ahora, con este veneno en su cuerpo en vez de nuestro, él hizo que se lo clavera en esa cruz consigo, adentro de él, para que su fuerza dañina muriera cuando muera él, haciendo así de su muerte sacrificial la medicina, el remedio por cual nosotros fuimos curado — el Triunfo de la Santa Cruz — nuestra participación en la victoria de Jesús sobre el poder del pecado y de la muerte que celebramos hoy.