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Diócesis Católica de Little Rock
Lugar: Todas las Parroquias
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El Miércoles de Ceniza da inicio a nuestro camino de Cuaresma hacia la celebración de la Pascua. Aunque no es un día de precepto, es un día de ayuno y abstinencia. Somos marcados con cenizas, en forma de una cruz, en nuestra frente el Miércoles de Ceniza. ¿Por qué? El Padre Erik Pohlmeier, director diocesano de formación en la fe, dijo que la oración que se ofrece cuando se imponen las cenizas responde esta pregunta: “Las palabras son un recordatorio de nuestros orígenes: ‘Recuerda que eres polvo, y al polvo volverás’. Las cenizas y toda la temporada de Cuaresma son un tiempo para enfocarnos nuevamente en nuestra relación con Dios y esa relación comienza con una dependencia en Dios para nuestra propia existencia."
“Recordar que solamente con el aliento de Dios podemos tener vida es motivación para poner en orden cualquier parte de nuestra vida que lo necesite. Así como Dios sopló el aliento de vida en el polvo al principio, él puede soplar el aliento de nueva vida en aquellos que han caído en el pecado. Las cenizas son una señal de mortalidad y una señal de renovación en Cristo”. Aprenda más en Respuestas a Sus Preguntas sobre la Cuaresma. El Antiguo Testamento ofrece varios ejemplos de una larga tradición del uso de las cenizas como “un sentido simbólico de muerte, caducidad, pero también de humildad y penitencia”, según ACI Prensa. (Vea Job 42,6; Daniel 9,3; Jonás 3,6 y 1ª Macabeos 3,47.)
“La tradición de imponer la ceniza se remonta a la Iglesia primitiva. Por aquel entonces las personas se colocaban la ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad con un ‘hábito penitencial’ para recibir el sacramento de la reconciliación el Jueves Santo. Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios."
"Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Se debe ayudar a los fieles, que acuden en gran número a recibir la Ceniza, a que capten el significado interior que tiene este gesto, que abre a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual”. Aprender más.
Como los primeros cristianos que pidieron recibir cenizas, esta práctica sigue siendo popular entre los fieles hoy. Aunque el Miércoles de Ceniza no es un día de precepto, muchas personas se preparan para recibir las cenizas cada año. ¿Por qué? El Padre Tom Gibbons, CSP, abordó esta pregunta en una columna que escribió para Busted Halo (en inglés)
“El Miércoles de Ceniza entiende que cuando solamente pensamos sobre la vida, tendemos a pensar sobre lo que queremos hacer, lo que nos gusta y lo que no nos gusta, etc. Cuando pensamos sobre la vida, tendemos a pensar sobre quién somos”, escribió. “Pero cuando también consideramos la muerte, tendemos a pensar a quién pertenecemos — que al final pertenecemos a alguien mucho, mucho mayor que nosotros mismos. … Somos llamados a algo mayor en la manera en que servimos y amamos a Dios en la manera en que servimos y nos amamos unos a otros”.
El tiempo de Cuaresma nos ofrece la ayuda que necesitamos para recordar a quién pertenecemos. Nos ofrece la oportunidad para comenzar de nuevo. Que no importa cuánto tiempo ha transcurrido o qué hemos hecho, el Señor nos llama para acercarnos a Él. “Pero aún ahora, oráculo del Señor, vuelvan a mí de todo corazón” (Joel 2,12). Aunque la Cuaresma es sombría, no debemos tener miedo de arrepentirnos porque es el primer paso hacia la alegría y la nueva vida que ofrece el Domingo de Pascua.
El Padre Steve Grunow de Word on Fire explica (en inglés) que se necesita humildad para recibir las cenizas porque esto nos marca públicamente como pecadores. “Lo que sabemos en privado sobre nosotros mismos lo mostramos al mundo. Pero el ser pecadores no es la única verdad que revelamos. La marca de las cenizas es una señal para el mundo de que hemos recibido algo extraordinario e inmerecido del Señor Jesús. ¿Qué hemos recibido? Una palabra de perdón creativa, viva y eficaz, que si la aceptamos, nos dará a nosotros y al mundo lo que necesitamos — el don de un nuevo comienzo y la gracia inesperada de otra oportunidad”.
“La Iglesia nos recuerda hoy estas enseñanzas apostólicas, pero añade por su parte otra no menos elocuente, haciéndonos subir hasta el día de la prevaricación, que hizo necesarios los combates a que nos vamos a entregar, las expiaciones que hemos de pasar” — Siervo de Dios, Abad Dom Guéranger, OSB, “El Año Litúrgico: Septuagésima”, 1909