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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: November 8, 2018
Este es el 10º artículo de una serie de diez.
Por Cackie Upchurch
Directora del Estudio Bíblico de Little Rock
Hace siglos, en cuevas que se creen estaban situadas bajo lo que es ahora la Iglesia de santa Catalina en Belén, un hombre llamado Eusebius Sophronius Hieronymus, comenzó una tarea ardua. Estudió hebreo para poder traducir el Antiguo Testamento al latín, la lengua del pueblo del imperio romano. Produjo también numerosos comentarios bíblicos.
Mejor conocido como san Jerónimo, este experto estaba lejos de ser perfecto. Se dice que era “impulsivo en controversias,” “particularmente nervioso, impaciente y orgulloso,” y estas duras opiniones lo hicieron tan antipático a la iglesia romana, que su tiempo en Belén fue, de hecho, un auto-exilio.
Los años de estudio bíblico de san Jerónimo podrían haberle llevado a todavía más arrogancia; embargo, en medio de todo esto, proporcionó esta joya de pensamiento: “La ignorancia de la Escritura es ignorancia de Cristo.” A pesar de todos sus avances intelectuales, todo se redujo a la necesidad de encontrarse con Cristo en las Escrituras, la Palabra de Dios que sigue estando viva y relevante en todo tiempo.
En el curso de esta serie de diez partes nos hemos preguntado, “¿Por qué fastidiarse con la Biblia?” En último término, “nos fastidiamos” porque la Biblia es un lugar de encuentro. Proporciona la oportunidad no solo de aprender de Jesús, sino de conocerle en un modo íntimo y en relación cercana.
Del mismo modo, nos damos cuenta de que Jesús nos conoce, a cada uno, y su modo de conocer es amar. Hay un canto infantil en inglés que dice esta verdad: “Jesús me ama, lo sé, porque me lo dice la Biblia.”
Piensa por un momento en los muchos modos en que Jesús revela el amor de Dios. Reúne a los niños a su lado, los que habían sido considerados lo menos en su tiempo. Toca a los impuros y sana a los enfermos, regresándolos a sus comunidades. Perdona a los pecadores, incluso a quienes no se consideran dignos de perdón y no lo piden (como por ejemplo la samaritana en el pozo).
Jesús denuncia la hipocresía, proporcionando una oportunidad de arrepentimiento y conversión. Dice la verdad incluso cuando es difícil de escuchar. Asegura a quienes están ansiosos y se muestra digno de confianza. Nutre a las multitudes con pescado y pan y enseñanza sólida. Confía su misión a sus seguidores. Sacrifica su propia vida por nuestro bien. Comparte la vida eterna con simples mortales como nosotros.
Este amor de Dios que se revela en Jesús no se reserve para la otra vida, sino que es real y tangible, algo que se be y se gusta y se siente. Crea el fundamento de una vida plenamente humana, incluso en momentos de peligro. Pablo escribe palabras de seguridad a los seguidores de Jesús en Roma que sufren la persecución, diciéndoles que nada, absolutamente nada puede separarlos del amor de Dios en Cristo Jesús. “En todas estas cosas, vencemos por aquél que nos amó” (ver Rom 8,37-39).
En el evangelio de Juan, Jesús les dice a sus seguidores, entonces y ahora, que el amor que tiene por nosotros es personal, íntimo y transformador de la vida: “Como el Padre me ama, así los amo a ustedes. Permanezcan en mi amor … Ámense unos a otros como yo los he amado” (Juan 15, 9 y 12). Nuestras experiencias del amor de Dios nos mueven a amar, tomando como guía a Jesús y sus acciones. Por supuesto, esto es más fácil decirlo que hacerlo.
Es difícil, por ejemplo, amar a un enemigo, tener pureza de intención, y reservarse el juicio sobre otros. Mientras que estos desafíos son reales, sin embargo son parte del mandato que nos dio Jesús en su predicación (Mateo 5—7, Sermón de la Montaña; Lucas 6, Sermón de la Llanura). Estas acciones y otras son signos del amor que recibimos, y un recordatorio de que el amor de Dios no es una posesión a guardar, sino un don a compartir.
Así que, ¿por qué fastidiarse con la Biblia? Porque revela el amor de Dios por nosotros. Y porque el amor de Dios es transformador.
Algunas personas describen la Biblia como una escuela o biblioteca, un lugar de aprendizaje y comprensión. Pero la Biblia también se puede describer como santuario, un lugar para la presencia de Dios dedicada al verdadero encuentro con lo divino. Cuando abramos nuestras Biblias, espero que lleguemos con ambas expectativas — ansiosos de aprender y descubrir nuevas luces, e igualmente ansiosos de responder a la iniciativa de Dios y crecer en el amor.
Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 10 de noviembre de 2018. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.